He de decir que desde mi humilde opinión, hemos llegado a una entrada al blog un poco complicada, por no decir peliaguda: El Libro Blanco de la Profesión Docente.
Un Libro Blanco se considera aquel en el que se presentan un conjunto de propuestas y diversas informaciones con el fin de crear debate y a su vez, ayudar a los que tienen que tomar una decisión importante sobre un tema determinado. Se dice que este Libro Blanco de la profesión docente va dirigido a la sociedad de modo que conozcan el modo de funcionamiento del ámbito educativo español y así, si tienen ideas, pueden participar de forma colaborativa.
Este Libro Blanco fue encargado ser escrito al conocido
filósofo español Juan José Marina por el ministerio de educación en
2015, que para aquel entonces estaba dirigido por el gobierno de Zapatero; el filósofo
lejos de estar de acuerdo con las gestiones del PP y ley LOMCE de Educación, se
encargó de escribir este Libro como ‘innovación’ a las medidas anteriormente aplicadas.
Este Libro Blanco consta de un total de 20
propuestas, de las cuales, personalmente, destacan algunas:
· Formación docente de 7 años, siguiendo el modelo del MIR
· Evaluaciones cada cierto tiempo a los docentes de forma sostenida en el tiempo
· La creación de un Departamento de Orientación Psicopedagógico
· El desarrollo de la carrera docente de 3 modos diferentes -progreso docente, progreso en la gestión docente y progreso en el puesto laboral
· Mejora de las condiciones laborales de los docentes, estimulando así a los profesionales y incrementando la valoración de la profesión
Cuando me he parado a leer las 20 propuestas realizadas por Marina, está claro que la primera sería la que más repercusión tendría… y no es para menos. El hecho de querer aumentar la formación docente implicaría un incremento del gasto público del que posiblemente no se disponga -razón por la cual el Libro Blanco no llegó a tener el éxito esperado- y de una disminución de motivación o ganas por parte de la sociedad y de los docentes hacia la profesión en sí.
Los docentes son profesionales que se lo han currado para llegar adonde han llegado; erróneamente, algunos llegan de rebote y por las ganas de ser funcionarios, por lo que la segunda medida escrita anteriormente no se puede considerar tan descabellada, aunque se le podría dar un pequeño giro de tuerca para no hacerle la vida imposible a aquellos docentes que verdaderamente tienen pasión, puesto que las evaluaciones no son plato de buen gusto para nadie. La propuesta podría cambiarse e irse incluso a una evaluación incluso anterior: las Oposiciones, esa gran pesadilla con la que todos alguna vez hemos soñado; el sistema educativo creado para hacer Máster y terminar opositando para realizarte como docente realmente es contraproducente: hay estudiantes que realmente se quedan a las puertas del que es su sueño y personas trabajando en la profesión sin vocación alguna. Las Oposiciones no sólo deberían ser estudiar, escribir y presentar el tema; se les debería hacer una evaluación, preguntarles por qué quieren ser profesores, cuáles serían sus técnicas y metodologías en clase, cómo cree que puede mejorar a un estudiante… De este modo, nos quitaríamos del sistema a muchos docentes que trabajan como tal y no sienten esta profesión como lo que verdaderamente puede llegar a ser: un aprendizaje y enseñanza constantes.
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